10/02/2020

Pianoforte












   No sé si los programas de inteligencia artificial que operan en Youtube tienen algún tipo de 

sensibilidad musical, si las armonías y simetrías numéricas de una obra musical les son ajenas

o, por el contrario, ofrecen algún tipo de respuesta a este tipo de estímulos (en su caso meramente

numéricos). Más allá de este potencial público de inteligencia artificial, no creo que nadie escuche 

esta pieza de principio a fin. La obra no está pensada para una escucha lineal, aunque una escucha de ese

tipo es una posibilidad. Su núcleo es una inversión retrogradada de mi obra “Mímesis” en la que las

duraciones han sido cuadruplicadas y alteradas con la superposición de cánones hasta formar un

 tejido nada aleatorioEl punto hasta el que el oyente se aventura en “Pianoforte” está 

condicionado subjetivamente  por su exposición a los más de 100 años de “música no tonal, no 

modal y no modulatoria” que llevamos en la tradición occidental. La pieza es liminal en más de 

un sentido, y va más allá de la experiencia interpretativa posible. Es contraria al estrés de la sensibilidad 

contemporánea popular inmersa en océanos de incertidumbre  y falta de significado para la vida humana,

aunque a la vez abraza ese estrés de igual forma a la que el hierro se entrega al fuego que lo templa.

9/15/2020

Viento sobre el eón del silencio



El encuentro con las obras minimales gigantescas de Feldman supuso pata mí una experiencia musical
sobrecogedora. Cuando asistí al estreno de "For Philip Guston" en la Albright Knox Gallery junto al propio Feldman, Barbara Monk y mi buen amigo Gyula Csapo, no imaginaba que la pieza iba a ocupar mi psique de manera tan invasiva. Tras cinco horas y pico de interpretación maratanoniana por parte de Ivar, Jan y Eberhard, sólo quedamos en la sala, además de un abnegado crico local de música, Barbara, Morty, Gyula y yo. Feldman nos invitó luego a cenar, y alumnos e intérpretes continuamos la fiesta musical algunas horas más. Los intérpretes estaban extenuados y en en éxtasis, como yo mismo, una borrachera de sonido más profunda y serena que la que en su momento me produjeron las también inmensas óperas de Wagner. 
No obstante, la parte de egotrip que supone tomar prestando un intervalo tan grande del tiempo vital del oyente, me llevó a no recorrer ese camino hasta muchos años más tarde. El hecho de poder hacerlo en el entorno musical de la música electrónica, legitima el uso de lienzos temporales tan enormes. Ya no se abusa de intérpretes ni de público, pues pasa a ser una acción íntima de escucha, no muy distinta de la que se propone en gran parte de la obra de Schubert.
La forma pasa a ser una cuestión de escala: capas y capas de clarinete manipulado, diluido, condensado, invertido, en el que aparecen obstinadas figuras recurrentes que no se repiten exactamente igual.