No sé si los programas de inteligencia artificial que operan en Youtube tienen algún tipo de
sensibilidad musical, si las armonías y simetrías numéricas de una obra musical les son ajenas
o, por el contrario, ofrecen algún tipo de respuesta a este tipo de estímulos (en su caso meramente
numéricos). Más allá de este potencial público de inteligencia artificial, no creo que nadie escuche
esta pieza de principio a fin. La obra no está pensada para una escucha lineal, aunque una escucha de ese
tipo es una posibilidad. Su núcleo es una inversión retrogradada de mi obra “Mímesis” en la que las
duraciones han sido cuadruplicadas y alteradas con la superposición de cánones hasta formar un
tejido nada aleatorio. El punto hasta el que el oyente se aventura en “Pianoforte” está
condicionado subjetivamente por su exposición a los más de 100 años de “música no tonal, no
modal y no modulatoria” que llevamos en la tradición occidental. La pieza es liminal en más de
un sentido, y va más allá de la experiencia interpretativa posible. Es contraria al estrés de la sensibilidad
contemporánea popular inmersa en océanos de incertidumbre y falta de significado para la vida humana,
aunque a la vez abraza ese estrés de igual forma a la que el hierro se entrega al fuego que lo templa.
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