Podríamos
clasificar las obras musicales en tres grandes grupos conforme a que
sus estéticas sean duales, formales, o liminales.
En la
categoría dual, incluiríamos a Guillaume de Machaut, Dufay, Luis de
Milán, Monteverdi y muchos de los compositores de la tradición
italiana, así como a Mozart, Haydn, Chopin, Schubert, y otros.
La música
dual se caracteriza por:
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La facilidad de su expresión. Esta música parece fluir sin restricciones, es como una danza sin esfuerzo.
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La música es externa para el artista, viene desde fuera. El compositor es un virtuoso de su lenguaje, pero no es un lenguaje auto generado y desarrollado mediante la reflexión intelectual tanto como un lenguaje heredado que es capaz de hablar con extraordinaria destreza para expresar un amplio rango de emociones. El compositor dual habla a través de uno de los lenguajes musicales dados, el modalismo, el serialismo, los ragas o cualquier otro sistema que su cultura le haya proporcionado. Su virtuosismo consiste en la facilidad para expresar emociones en ese lenguaje.
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La nostalgia. Las composiciones son una llamada nostálgica a un mundo de armonía superior y distante. La experiencia de este mundo se torna ansiosa y pesada comparada con ese reino cerrado de relaciones perfectamente definidas, movimientos equilibrados y gracia inigualable. Debemos recordar que la palabra nostalgia viene de la palabra griega nostos, que significa: la vuelta a casa, el viaje hacia el lugar al que uno pertenece.
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La nostalgia produce una música de contrastes, de dualismo radical, que proviene precisamente de la oposición de ese mundo ideal con el mundo de todos los días. Monteverdi lo expresaba así:
“Ahora
soy consciente de que son los contrastes los que excitan nuestras
almas, y que esa agitación es la meta de toda buena música. Como
expresara Boecio: ‘La música se nos ha dado o bien para purificar
o para degradar nuestra conducta.”[1]